Un devastador terremoto de magnitud 7.7 azotó el centro de Myanmar el pasado 28 de marzo de 2025, causando destrucción generalizada y un elevado número de víctimas. El poderoso movimiento telúrico, cuyo epicentro se ubicó cerca de la ciudad de Mandalay, tomó a la región por sorpresa, siendo descrito como un "megaterremoto que nadie se esperaba".
La violencia del sismo se hizo sentir con fuerza en Mandalay y sus alrededores. Los reportes iniciales son alarmantes: múltiples edificios se derrumbaron por completo, infraestructuras críticas como puentes colapsaron, y se registró un trágico saldo de numerosos fallecidos. La magnitud de la destrucción apunta a ser verdaderamente grave en esta zona densamente poblada.
El impacto del terremoto no se limitó a Myanmar. Sus efectos alcanzaron también a Tailandia, país vecino. Allí, la fuerza del temblor provocó el desplome de un rascacielos que se encontraba en plena fase de construcción, un dramático ejemplo del alcance de la energía liberada.
La secuencia de hechos ha sumido a la región en una emergencia humanitaria. Las imágenes de edificios convertidos en escombros y las noticias sobre la pérdida de vidas humanas bajo esa furia geológica inevitablemente resaltan la vulnerabilidad de las comunidades ante fenómenos naturales de gran intensidad. Este evento sirve, una vez más, como un crudo recordatorio del poder implacable y a menudo inesperado de nuestro planeta.
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